EL SALPÀS.

, con 

 El Salpàs era una típica ceremonia que se celebraba durante la Semana Santa con el objeto de proteger las casas de los espíritus malignos, del demonio y de las brujas.

A pesar de que se trataba de una superstición, con frecuencia estas muestras de devoción popular se encontraban adaptadas al culto y a la liturgia oficiales de la Iglesia, y en ocasiones eran la consecuencia de interpretaciones personales que de la religión habían hecho los propios fieles, topando, con frecuencia, con el dogma oficial.

Normalmente, en los pueblos pequeños, existían casas dispersas junto a las que formaban parte  su núcleo urbano. En estos casos, el párroco o el vicario, si lo había, recorría los diferentes vecindarios hasta bendecirlos en su totalidad.

El sacerdote iba revestido con roquete y estola morada, y era asistido por un monaguillo.

A su llegada al lugar, procedía a bendecir la sal añadiendo agua bendecida, procurando que no quedara ni muy clara ni muy espesa, para que pudiera quedar bien adherida a las puertas de las casas. Luego, el sol y las inclemencias meteorológicas iban pausadamente derritiéndolo, hasta quedar libre para realizar nuevamente la bendición el próximo año.

Normalmente el lugar escogido era la puerta de cada casa, por ser el lugar donde se suponía entraban las malignas influencias.

En las casas de tipo señorial y que tuvieran oratorio o capilla, se procedía a bendecir el agua y la sal en aquel lugar, para ir seguidamente a esparcir su mezcla en la puerta de entrada.