A mediados del pasado siglo, la industriosa ciudad de Terrassa, en la comarca del Vallès Occidental, provincia de Barcelona, registró un considerable aumento en su censo de habitantes como consecuencia de la inmigración procedentes de diversos puntos de España, construyendo la mayoría de ellos sus viviendas en las proximidades de rios y rieras sin que nadie se lo impidiese. Sus construcciones eran muy deficientes y la carencia de una adecuada planificación urbanística no ofrecía las más mínimas garantías. Pero desde la administración los habían que se estaban lucrando mirando hacia otro lado.
Hacía tiempo que aquella comarca estaba padeciendo una preocupante sequía por falta de lluvia, pero en la noche de aquel trágico 25 de septiembre de 1962 una fuerte tormenta registró la caída de más de 200 litros de agua por metro cuadrado de superficie en menos de tres horas, desbordando los ríos Llobregat y Besós, así como sus afluentes, arrasando con fuerza con todo lo que encontraba en su trayectoria.
Los daños materiales causados fueron muy importantes, y los humanos, todavía más. Solamente en la ciudad de Terrassa se calcula que fallecieron unas trescientas personas y más de mil en el conjunto de municipios afectados, especialmente en los de Rubí y Sabadell.
Las aguas torrenciales inundaron diversas calles de Terrassa y desbordaron sus rieras, derrumbando las endebles casas y arrasando con todos sus contenidos, materiales y humanos.Una mujer, Manuela, consiguió salvarse, pero no así su padre, que fue localizado en término municipal de Rubí, su hijo Ángel, que fue identificado días después entre los cadáverses localizados. De quien jamás se supo nunca más fue de su hijo Antonio.
Su nombre figura en el listado de los cientos de desaparecidos o fallecidos a causa de la riada. Es difícil de precisar el número de víctimas registrados, porque la mayoría de los cadáveres fueron a parar al mar.
Sesenta años después de aquella tragedia, las familias de los desaparecidos continúan su búsqueda, al tiempo que denuncian la falta de responsabilidad y de justicia.
Ana María Martínez, hija mediana de Manuela, con sus dos hermanas buscan a su hermano Antonio desde hace años. Al crecer e ir haciéndose mayores, han ido tomando conciencia interesándose vivamente por el problema. Vistan el Archivo Municipal de Terrassa con frecuencia, y contemplan unos documentos que las llenan de asombro. Son cartas procedentes de familias de distintos lugares del estado español interesadas en adoptar niños de la riada del año 1962.
Al principio pensaron que su hermano Antonio Había sido arrastrado por las aguas, pero más tarde descubrieron una nueva posibilidad, es decir, que quizás no falleció, que quizás pueda existir otra circunstancia añadida.
LA ASOCIACIÓN DE NIÑOS DESAPARECIDOS EN LA RIADA DE 1962.
En el año 2017 se creó la Asociación de Niños Desaparecidos en la riada de 1962, que en su día ya denunciaron que una de las incógnitas más preocupantes es de la manera y forma en que se gestionaron los niños desaparecidos, por entender que sería una casualidad que todos los niños desaparecidos en la riada, muriesen. De haber niños sin padres, a consecuencia de la tragedia,lo más lógico hubiera sido registrarlos, como suele hacerse con los cadáveres sin identificar, pero la Administración no hizo absolutamente nada en este aspecto, al contrario, el régimen franquista procuró en todo momento que, aquella tragedia, no dañara la imagen.
El escándalo llegó cuando se tuvo conocimiento de las muchas peticiones de adopción de niños huérfanos, algunas incluso pocas horas después del desastre. La Asociación tiene muy claro que en ningún momento se ha explicado toda la verdad, y que hay gente que todavía permanece callada por ocultar sus oscuros intereses, puesto que ninguna administración, a pesar de la existencia de las cartas, ha hecho absolutamente nada -- se lamentan desde la Asociación -- Hay mucho silencio entorno a este preocupante problema, cuando en estos momentos las principales víctimas son las familias de los desaparecidos, añaden.
Al margen de la falta de transparencia en las adopciones, la Asociación no comprende tampoco como el Ayuntamiento de aquellas fechas permitió edificar en las proximidades de las rieras. Tenía que haberse impedido y las consecuencias de la catástrofe hubieran sido menores. Sin embargo, esta irresponsabilidad, jamás ha sido reconocida. También lamentan que la Administración ayudara poco a las familias afectadas, reconociéndose que suerte hubo de la solidaridad ciudadana, atendido que los primeros en recibir ayudas fueron los industriales y el sector inmobiliario.
La Asociación desea continuar trabajando en la búsqueda de los niños y recordando a las víctimas. En estos momentos, una de sus gestiones consiste en el acompañamiento de familares al Archivo Municipal, destacando la colaboración del personal que es muy eficiente, en las visitas al expediente judicial, donde figuran las fotografias de los cadáveres, para que de esta manera sus familiare, si los reconocen, puedan despedirse de ellos. Otra labor se centra en el reconococimiento de cadávares a través de fotografías aportadas por sus familiares. Las heridas están todavía muy abiertas.
Algunos cadáveres fueron arrastrados por las aguas decenas de kilómetros, hasta llegar al mar. Los pescadores de las costas de Tarragona que faenando encontraban cadáveres, los recogían y los enterraban por su cuenta, sin que exista constancia del número de ellos.
Muchos niños huérfanos fueron a instituciones como el Albergue Infantil de la Caja de Ahorros de Terrassa, pero en los archivos no existen registros de entradas ni salidas de los lugares donde posteriormente fueron a parar.
Se tiene conocimiento de una niña de cuarenta días que perdió a sus padres en la riada. Sus tios la estuvieron buscando. Finalmente supieron que la niña había sido adoptada en Alemania.
Muchos niños desaparecidos, jamás han sido hallados sus cadáveres, y sus casos podrían estar relacionados con las peticiones de adopciones, que fueron centenares. Se pedían adopciones desde Terrassa, pero también desde distintos lugares de España, y paises como Francia, Italia, Alemania y Luxemburgo.
En algunas cartas se intuía que las familias querían "niños a la carta", por edad, sexo o color de los ojos.
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