lunes, 5 de septiembre de 2022

MEMORIA HISTÒRICA, SI, PERO RECORDAR A NUESTROS MAYORES, TAMBIÉN.


 Acabo de conocer  una conmovedora historia que considero interesante su divulgación.

Las personas usuarias de una residencia geriátrica, estaban viendo la televisión y, en un momento dado transmitieron , en directo, un programa en que varias personas abordaban la problemática de la memoria histórica, referido a la recuperación de los restos de sus antepasados, ejecutados en el transcurso de la Guerra Civil española, que todavía permanecen sepultados en cunetas y en otros lugares de nuestra geografía.

Uno de estos usuarios se percató de que, uno de los participantes  que adquiría mayor protagonismo, liderando una asociación que trabajaba muy activamente en la recuperación de los restos de sus antepasados, era su único  hijo. Pidió a sus cuidadores que le facilitaran un bolígrafo y una hoja de papel, y se apresuró a escribirle una carta en estos términos:

"Querido Antonio:
Acabo de ver por televisión el programa en que has participado reivindicando tu lucha en favor de la memoria histórica para conseguir recuperar los restos de tu abuelo Manuel, que fue ejecutado por ser un ferviente católico a los pocos días de iniciarse la Guerra Civil española y que, como otros vecinos de nuestro municipio, fueron enterrados en alguna cuneta de nuestro entorno . Tu no llegastes a conocer al abuelo Manuel, mi padre, porque nacistes unos pocos años después de la finalización de aquella guerra, y conoces esta triste historia porque yo te la había contado, y me siento muy orgulloso de esta preocupación tuya para poder llegar a descubrir la existencia de sus restos en alguna cuneta todavía no excavada, para poderle dar cristiana sepultura en el nicho familiar y poderle llevar flores.

Pero de la misma manera que tienes esta preocupación, me gustaría también que de vez en cuando me hicieras una visita, que todavía no has hecho nunca, en esta residencia donde me ingresastes a los pocos días de fallecer tu madre y esposa mía, al apresurarte a vender la casa donde habitábamos, que en su día había comprado el abuelo Manuel. Te pido muy poco, hijo mío. Sólo me quedas tu en esta vida y mi ilusión sería que alguna vez te acordaras de mi y vinieras a visitarme para podernos dar un fuerte abrazo. No me olvides hijo mío, te lo ruego por lo que más quieras.

Tu padre, que mucho te quiere y nunca te olvida.

                      Firma ilegible".

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