Bethlem Royal Hospital de Londres
En términos generales, los humanos suelen deleitarse con el sufrimiento y las miserias ajenas, y ya en tiempos antiguos, eran muchos los que acudían a los circos para contemplar como los leones devoraban a los cristianos, y ya en tiempos no tan lejanos, otros madrugaban para conseguir situarse en primera fila para ver con mejor detalle los pormenores de las ejecuciones públicas.
Actualmente, la morbosidad suele conseguirse con la llamada prensa amarilla o programas del corazón, en los que se destripa al famoso o famosa de turno mostrando al descubierto todas sus posibles miserias humanas.
En una época en que todavía no existían las televisones para mostrar estas escenas, hubo quien se le encendió la lucecita de su mente para aprovechar esta necesidad innata de muchas personas para lucrarse en abundancia, convirtiendo en una atracción turísitica el manicomio, donde estaban ingresados un numeroso grupo de personas que presentaban diversos trastornos mentales.
En consecuencia, durante el siglo XVIII y parte del XIX, pagando un penique, los visitantes podían acceder y recorrer libremente los espacios y estancias del Bethlem Royal Hospital de Londres, institución que desde el año 1357 acogía a un numeroso grupo de personas que padecieran diversas enfermedades, tuviesen que ver o no, con problemas mentales, puesto que era una época en que asilaban en un mismo lugar, catalogando a todos ellos como idiotas, como eran conocidas todas aquellas personas que adolecían de alguna deficiencia en sus facultades mentales y de raciocinio, fuesen profundas o leves, conocido también como BEDLAM.
Aquel manicomio albergaba a personas realmente desequilibradas con otras con una simple depresión, con Síndrome de Down, que en aquella época les llamaban mongólicos, con brotes psicóticos, violentos, esquizofrénicos, o cualquier otra alteración. Toda persona diferente al resto de la sociedad, iba a parar allí.
Todo ello derivó aquel manicomio en un pintoresco lugar, en el que se mezclaban diferentes patologías y un numeroso grupo de personas de características muy particulares, convirtiéndolo en un destino de peregrinaje para todos aquellos que deseaban contemplar un espectáculo fuera de lo común, en que, pagando su penique, podían contemplar lo que se había bautizado como "El show de Bethiehem", en que enfermos mentales, la mayoría encadenados en sus celdas, vociferaban, reían, lloraban, imitaban a animales o creían ser otros personajes. Con ello se conseguía aterrar o hacer reir a los asistentes, que acudían para ver a los locos, para hacerles entretener.
En las ocasiones en que los enfermos no se mostraban muy comunicativos, se permitía a los visitantes azuzarlos con un palo e incluso darles de beber alcohol
con la finalidad de emborracharlos y poderles proporcionar buenas carcajadas.
Todo ello, un espectáculo lamentable que a lo largo de algo más de un siglo se convirtió en un floreciente negocio, atendido que, según indican algunas fuentes, sólo en el año 1814, el Bethlem Royal Hospital de Londres recibió más de 96.000 visitantes.
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