miércoles, 27 de julio de 2022

UN MÉDICO FUE ENCERRADO EN UN MANICOMIO POR INTENTAR EVITAR LA PROPAGACIÓN DE ENFERMEDADES.


 Dr. Ignaz Semmelweis

Allá en el año 1880, los hospitales no estaban higienizados ni  en estado de limpieza como en la actualidad, y los médicos, no observaban tampoco las precauciones necesarias, por lo que, en todas sus dependencias, se respiraba olor de orina, vómitos y otros fluídos corporales, hasta el punto de que el personal de servicio frecuentemente se protegían  con pañuelos apretados contra sus narices.

Los médicos raramente se lavaban las manos o el instrumental que utilizaban, por lo que los hospitales  eran caldo de cultivo para la propagación  de infecciones, y las tasas de mortalidad eran de 3 a 5   veces más altas que en entornos domésticos.

El médico Ignaz Semmelweis intentó aplicar la ciencia para detener la propagación de la infección. Si bien sabía  que había que lavarse las manos, no podía explicar por qué debían hacerlo, puesto que no se conocía nada de los gérmenes.

Este médico húngaro trató de implementar  un sistema de lavado de manos en Viena, en la década del año 1840, con el propósito  de reducir las tasas de mortalidad en las salas de maternidad. Sin embargo fue un intento  digno pero fallido, porque sus colegas lo demonizaron.

Sin embargo después de varios años, lo conocieron como "salvador de las madres". Entre las personas con mayor riesgo estaban las mujeres embarazadas, y especialmente las que sufrían desgarros vaginales durante el parto, porque las heridas abiertas eran el hábitat ideal para las bacterias que médicos y cirujanos  llevaban consigo de un lado a otro del hospital.

Tras concluir que la fiebre puerperal era causada por "material infeccioso" de un cadáver, instaló una cuenca con solución de cal clorada en el hospital, con un cartel que  indicaba " Lávese las manos".

En abril de 1847 la tasa de mortalidad era del 18'3%. Un mes después de instituído el lavado de manos, la tasa era del 2%.

Sin embargo, nadie creía  que esa era la solución, y consecuentemente el Dr. Ignaz Semmelweis empezó a sufrir  de depresión severa y se volvió distraído.

Un día, un colega  lo llevó a un manicomio con el pretexto  de que iban a visitar un nuevo instituto médico. Pero cuando su acompañante se fue, los guardias le golpearon con brutalidad, le pusieron una camisa de fuerza y lo confinaron en una celda oscura.

Dos semanas después, el Dr. Ignaz Semmelweis falleció porque, una herida en su mano derecha, se había vuelto gangrenosa.  Tenía 47 años de edad.

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