Una vez transcurrida la Navidad, considero sería conveniente dedicar unos breves minutos en pensar cuál es el verdadero espíritu de esta festividad.
El verdadero espíritu de la Navidad debiera iluminar la ventana panorámica del alma por la que solemos contemplar la vida agitada del mundo que nos rodea, para que nos interesemos más por las personas que por los objetos materiales de nuestro entorno, de forma y manera que la celebración de la Navidad fuera un fiel reflejo de amor y de generosidad.
El dar y no el recibir, ilumina y florece plenamente el verdedero espíritu navideño, haciéndonos sentir más amables con los demás, y tendiendo generosamente la mano para ayudar a las personas menos afortunadas.
UN EJEMPLO DE ESPÍRITU NAVIDEÑO, EN LA GARRIGA DEL AÑO 1912.
"La Garriga (Barcelona), colocación de la primera piedra para la casa de la Caridad.
En dicha casa se dará comida á todos los pobres que pasen por la localidad y si lo necesitan se les dará además una manta y pagará el billete del tren para ir a su pueblo".
Es decir, en aquella lejana fecha, en que la Garriga apenas llegaba a los dos mil habitantes, había conciencia de la necesidad de socorrer a las personas necesitadas que practicaban la mendicidad para subsistir. Y en aquella casa de la Caridad, se les daría comida, y si lo necesitaran, además se les daría una manta y se les pagaría el billete del tren para ir a su respectivo pueblo.
Este ejemplar proceder se corresponde perfectamente con el verdedero espíritu de la Navidad, en el sentido, como he apuntado anteriormente, de interesarnos más por las personas que por los objetos materiales de nuestro entorno y para tender la mano para ayudar a las personas menos afortunadas.
Mientras hayan seres egoistas materialistas que tengan poder, ese espíritu solo florecerá en la humildad de gente de bien. Harían falta más políticos como el ex-presidente de Uruguay "Pepe Múgica", que tiene impregnado el espíritu navideño en su forma de actuar a diario.
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