La Peste Negra fue la epidemia más mortífera que, a mediados del siglo XIV, entre los años 1346 y 1347 se propagó por toda Europa y que, al ignorarse su origen y su terapia causó la muerte y la destrucción a todos, sin distinguir entre pobres y ricos
Al igual que esta pandemia que estamos sufriendo nos ha dejado imágenes recurrentes, como la de los profesionales sanitarios uniformados con los Equipos de Protección Individual (EPIs), en el transcurso de la epidemia de la Peste Negra también tuvieron las suyas, los llamados " médicos de la peste".
Estos galenos, contratados y pagados por las ciudades en las que prestaban servicio, para tratar a los enfermos de la localidad, fueran ricos o pobres, prescribían aquello que consideraban brebajes protectores y antídotos de la peste, registraban testamentos y practicaban autopsias, en la mayoría de las ocasiones con un atuendo muy particular:
* Una túnica de tela gruesa, encerada.
* Un bastón de madera para ayudar en el examen de los pacientes, sin tener que tocarlos.
* Una máscara con un largo pico de pájaro, en el que ponían diferentes hierbas aromáticas y paja.
* Unos anteojos negros.
Y tenía su explicación.
Para el gremio de los médicos, la peste se producía por la corrupción del aire provocada por la emanación de la materia orgánica en descomposición, que se transmitía al cuerpo humano a través del aire, con la respiración de un enfermo por contacto con la piel.
Considerado este origen, parecía lógico cubrirse para no resultar infectados, mantener la distancia con el aliento del enfermo, de ahí el largo pico, e ir filtrando el "mal aire" con la paja, y respirando algo agradable en medio de aquel olor pestilente, el olor de la muerte que recorría las calles.
Los médicos evitaban visitar a sus enfermos por miedo al contagio, y si lo hacían, su ayuda era tan efímera que no se conseguía nada.
Los cadáveres se exponían en las puertas de las casas, y en ocasiones los arrojaban por las ventanas porque no había nadie para enterrarlos, atendido que los enterradores habían sido los primeros en fallecer, y no era posible contratar a nadie que enterrase a los muertos, ni por amistad ni por dinero. Los enfermos fallecían si tener a nadie a su lado, y los cadáveres permanecían varios días sin recibir sepultura. El padre abandonaba al hijo, la mujer al marido, y el hermano al otro hermano, atendido que esta enfermedad parecía atacar a las personas por el aliento y la vista. Y así, morían.
Y en lo referido a cubrirse los ojos, parecía llevar anteojos, porque se decía que , el momento de mayor virulencia de aquella epidemia, que ocasionaba la muerte casi instantáneamente, era cuando el espíritu aéreo se salía de los ojos de la persona enferma y golpeaba el ojo del hombre sano que lo mirara de cerca, especialmente cuando se encontraba agonizando. Entonces la naturaleza venosa de aquel miembro pasaba de uno a otro, matando a la persona sana.
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