El servicio de recogida domiciliaria de basuras, en la década de los años 50 del siglo pasado, en Barcelona (Foto: Josep Cortinas)
En las fechas anteriores a las navidades, el basurero pasaba por las casas entregando estos tarjetones para felicitar la Navidad, y era recompensado con un aguinaldo.
Cuando en el año 1953 me trasladé con mis padres a vivir en el barrio de Gracia, en Barcelona, descubrí una imagen que hasta aquel momento era inédita para mi. El servicio de recogida de basuras.
El empleado del servicio, provisto de un carro especialmente diseñado, tirado por un caballo, y provisto de un capazo, se paraba en un determinado lugar de la vía pública y hacía sonar una trompeta que llevaba consigo. Entonces aparecían las vecinas -- curiosamente siempre eran mujeres, mayoritariamente las sirvientas de las casas -- las que bajaban con un cubo donde se habían depositado los deshechos de la cocina. El basurero las tomaba y vaciaba en su capazo. Cuando lo tenía lleno, se lo subía a la cabeza, escalaba por las barras radiales de la rueda del carro y lo vaciaba en su interior. Y así iba avanzando en el recorrido que tenía asignado.
Cuando se avecinaban las fiestas de Navidad, en horarios fuera de servicio pasaba por las casas donde prestaba servicio y les deseaba unas felices fiestas al tiempo que les entregaba una tarjeta de felicitación, y era recompensado con un aguinaldo.
EN SANT BOI DE LLOBREGAT
Cuando con 8 años de edad fuimos a vivir en Barcelona, jamás había oído hablar de basuras en casa de mis padres, en Sant Boi de Llobregat, por la sencilla razón de que no tirábamos nada de los desechos que podían producirse, atendido que:
Los restos vegetales, como hojas de col, de lechugas, tomates, etc., se las comían las gallinas de nuestro gallinero. Pieles de patatas, de frutas, etc., lo tirábamos en el estercolero (femer), que teníamos en un espacio al final del huerto, y que junto con las cenizas del brasero, la limpieza del gallinero, etc., se acumulaba en aquel espacio y en su debido tiempo servía para abonar la tierra del huerto.
La leche la íbamos a comprar con una lechera de aluminio, a Ca la Carme de la Llet, una vaquería situada muy cerca de nuestro domicilio.
El aceite lo comprábamos en un colmado, llevando nosotros un envase de vidrio, de un litro de capacidad, con tapón de corcho. Se vendía a granel.
El iogourt, recuerdo que era de cristal, de la casa Danone. Se tenía que llevar el envase vacío.
Las cervezas, las gaseosas, el sifón o el agua de Vichy. Se tenían que devolver los envases, y si no se tenían, los cobraban.
Los papeles, los metíamos en un saco, y cuando estaba lleno los vendíamos al trapero, que cada día con su carro pasaba por las calles del publo.
Las pieles de los conejos que sacrificábamos para consumo propio los domingos. Pasaba un señor con un saco en la espalda y las compraba. Recuerdo todavía el precio: 5 ó 10 céntimos, según las características de la piel.
Los animales muertos por enfermedad ú otros motivos, no comestibles, (animales de corral, perros, gatos, etc). Se enterraban en los huertos o bien se tiraban en los descampados o torrentes (Torrent d'en Roses ) actual Plaça de Catalunya.
Mayoritariamente en Sant Boi, en aquella época, las viviendas estaban establecidos en las plantas bajas de los edificios, y era habitual que en sus patios tuvieran gallinas y conejos en su mayoría; patos y palomas una buena parte de ellos, y cerdo, para consumo propio, algunos.
En aquella época no habían bebidas refrescantes envasadas en latas de aluminio. Apenas se conocían los plásticos y los trastos viejos, se tiraban en cualquier descampado o se guardaban, los de madera para la hoguera de la víspera de San Juan. También se tiraban en descampados envases de vidrio (botellas de coñac vacías, etc.). Las de cava -- entonces champán -- las compraba el trapero. En los descampados, que los había por doquier en el exterior del núcleo urbano, había tirado de todo.
En definitiva, no se generaban resíduos que tuvieran que tirarse " a la basura", como decimos ahora. De ahí mi sopresa cuando nos mudamos a Barcelona. Un servicio que desconocía: la recogida domiciliaria de basuras domésticas.