Darío Pérez publicó un reportaje a principios del año 1903, ilustrado con las fotografías que encabezan estas líneas, con ocasión de la visita efectuada a la Torre Marianao de Sant Boi de Llobregat, por los marqueses acompañados de varios de sus amigos. Lo transcribo a continuación.
"TORRE MARIANAO
Los marqueses de Marianao recibían amablemente, cierta mañana del finado mes, en la planta baja de su palacio del paseo de Gracia, á varios de sus amigos, invitados á una jira de inolvidable recuerdo.
Poco después ocupaba el Marqués el pescante del primer coche, empuñando las riendas de cuatro briosos caballos, ondulaba en lo alto de otro carruaje la elástica cintura de María Josefa Samá, hábil guiadora de dos robustas jacas, y acomodábanse todos en los carruajes de campo, luciendo las señoras sencillos y elegantes trajes y vistosos sombreros de paja. Abróse la gran puerta del palacio y la comitiva salió al paseo de Gracia, enderezando por la Granvía hacia San Baudilio de Llobregat.
La mañana era deliciosa. Olía por todas partes á salud, á vida robusta y fresca. Los vecinos de Sans, Hospitalet, Cornellá, se agrupaban para ver de cerca aquella oleada de lujo cruzando las terrosas poblaciones, entre el sonar de acompasado y ensordecedor cascabeleo. Sonreía todo...El cielo, inmensa turquesa quebradora de los cegadores y rojos rayos solares; la tierra, inmensa esmeralda tornasolada en sus múltiples tonos del color de Osiris. Los pinos parecían más erguidos en su vertical indomable, la retama más encendida en su topacio moteado, las vertientes más suaves embozadas en la mies que el aire hacía ondear con aterciopeladas caricias. Los campos, en su variedad de color, recordábanos una inmensa "Lole Fuller", inventando nuevas combinaciones del verde, dentro de la amplia armonía del color primaveral.
Llegamos a la extensa plaza del castillo, de estilo gótico catalán, sobre cuya robusta base se alza una almenada torre, sellada en el centro por el escudo de armas de la casa, labrado en mármol. Recorrimos la montaña, á la que, gracias á un costoso empeño del Marqués, se la puede dar la vuelta por anchos paseos concéntricos, sin variar de rasante; el parque inglés, entre acacias y plátanos, visitamos el pantano, el depósito de máquinas para el riego y subimos á la torre rústica, observatorio de 20 metros de altura. El paisaje es espléndido; -- se alcanza hasta Molins de Rey, Esplugas, los quebrados contornos de Montserrat, la gran Barcelona tendida al pie de Montjuich, el mar, lista obscura que cierra el panorama y planicies inmensas como aras olientes de una flora pródiga, ropón de tragancias, nidal robusto que germina al sol...
Sonó la campana, llamando al almuerzo, y por la "plate-forme" del castillo entramos en él, admirando toda la riqueza que en aquellos salones ha reunido la opulencia y el buen gusto de los Marqueses. El comedor es serio y suntuoso, adornado con armas, hierros y porcelanas. La mesa parecía un jardín. A su alrededor estaban: los marqueses de Marianao y sus hijos María Josefa y Salvador, la baronesa de Salillas y su hija Pepita, Carmen Muntadas y su hija María, marquesa de Puertonuevo y sus hijas Pilar y Mercedes. Lola Grasot, Josefa San Salvador y Santa María, marquesa de Moya é Isabel Macaya; señores de Muntadas, Santa María, Grasot, Macaya, Manuel Doncel, Gascón, Mairata, Espiridión de la Encina, Emilio Vidal Rivas, Fernando Sampedro, José María y Manuel Juncadella, Luis Girona, Manuel Echauz y el hijo del marqués de Sotohermoso.
El almuerzo fue esplédido; digno de los anfitriones. Al terminar se levantó la Marquesa, y los comensales se trasladaron á otro salón, donde María Josefa Samá, con su sensillez encantadora, sirvió el café.
Después, la gente moza se dedicó al baile, alternando en los rigodones casi todos los invitados, mientras otros se dedicaron á disfrutar las delicias de aquella tarde espléndida, más agradable por transcurrir entre personas que saben unir delicada "platement" á su proverbial distinción.
Acercábase la hora de partir. Faltaba una bella nota. La dieron dos lindas jóvenes á las que cuadra admirablemente el dulce nombre de María; las hijas de los marqueses de Marianao y de los señores Muntadas, que cantaron, en medio de ovaciones entusiastas, trozos de "La Bohème" y canciones francesas, italianas y españolas.
Caía la tarde, como desperezándose en blancas tintas no soñadas por Willette, cuando los coches, llenos de flores, obsequio de los dueños de la finca á las señoras, volvieron á la ciudad que se desbordaba de gente, cual una enorme colmena suelta...
Ya era de noche cuando los invitados nos despedíamos de los Marqueses en el palacio de su residencia habitual, ofreciendo el testimonio de sincera gratitud á estos grandes y opulentos señores que no sólo tienen la fortuna de serlo, sino la más rara de saberlo ser...
Darío PÉREZ" (1)
Ciertamente la Torre de los Marqueses de Mariano era un gran jardín de estilo romántico, que había sido inspirado en el ambiente colonial y exótico de la ciudad cubana de Marianao, con palmeras, mimosas y naranjos bordes, junto a los estanques que bordeaban el palacio, que hizo construir Salvador Samá i Torrents, segundo marqués de Marianao, alrededor del año 1880 , a su regreso de la isla de Cuba.
Desde el año 1974 es de propiedad municipal y convertido en parque público, no siendo posible conservar la totalidad del parque en su versión original atendido que en el año 1944 se urbanizó, con la construcción de chalets, una parte de aquella inmensa finca.
(1) ALBUM SALÓN. Primera ilustración española en colores, de Miguel Seguí. Rambla de Cataluña, 125. Barcelona. Año 1903. Página 104
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